Son las 4:00 p.m., el sol está en la cúspide del cielo, el profesor está listo para su próxima clase. Llega su primer estudiante, un niño, quien lleva consigo un pequeño maletín; su semblante es serio. Saluda a su tutor y enseguida toma lugar; abre su estuche, saca unas partituras y comienza a armar su clarinete con profunda concentración.
–"Hiciste tu tarea, ¿verdad?", –pregunta el profesor y su alumno asiente con un movimiento de cabeza.
Las melodiosas notas de The Stars and Stripes Forever(traducido en español como Por siempre barras y estrellas) llenan la Casa de la Cultura de la Universidad Autónoma de Sinaloa; en todas sus aulas se escucha al joven músico. Entona el primer párrafo de la patriótica marcha estadounidense y se detiene, el profesor le anima a seguir practicando.
Las 4:30 p.m., dos chicos se unen al grupo; entran con un tono de voz alto, casi gritando. Saludan a su compañero y tutor; acercan dos asientos y un atril para compartir la partitura; uno de ellos la había olvidado en casa. El profesor sólo alcanza a suspirar por el descuido de su alumno; le ofrece, en cambio unas copias que tenía en su escritorio e indica que realicen un ensayo para su examen.
Transcurren veinte minutos, los estudiantes son supervisados; el maestro se sienta junto a ellos, les escucha atentamente mientras aplaude para ayudarlos a marcar el compás. Pronto aparecen dos compañeros más, los últimos de la clase, que rápidamente comienzan a montar sus instrumentos. Un libro es ofrecido por parte del profesor, él está consciente del descuido de sus alumnos.
Los jóvenes músicos entonan Por siempre barras y estrellas, cada uno con motivaciones diferentes: algunos desean emplearse en bandas de música regional sinaloense y otros anhelan formar parte de la Orquesta Sinfónica de la UAS. Aunque el recinto cultural tiene predilección por las melodías clásicas, el profesor anima a sus estudiantes a llevar cualquier pieza musical de sus gustos para practicarla en clase.
A dispar, se escuchan decenas de notas; cada alumno practica a su ritmo y capacidad. No todos van en el mismo nivel de aprendizaje y el profesor reconoce que es imposible que los integrantes del grupo posean la misma habilidad; por ello, ofrece una enseñanza personalizada a cada uno. Y no sólo en cuestiones de práctica musical, sino también, en la adquisición de instrumentos de calidad.
Son las 5:30 p.m., es momento de revisar la ejecución de los músicos. Un chico está confiado, él es parte de la orquesta; el pequeño niño duda por un momento, pero en ningún momento deja de ensayar.
–"¿Ya te cansaste? Mira a tu compañero; fue el primero en llegar y en ningún momento ha dejado de tocar”.
La clase termina a las seis en punto. Los alumnos comienzan a desmontar sus clarinetes y a guardarlos en sus respectivos estuches. Se despiden efusivamente recordando que mañana se puede mejorar. El profesor se queda en su escritorio, deseando también impartir clases de saxofón, otro de los tantos instrumentos musicales que le gustan.
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